8.4.09

manos


tiempo


Carta a Diana





Querida Diana,

Siento mucho irme sin despedirme, de verdad, pero de otra forma la despedida sería muy dura. De todos modos, hacía tiempo que en casi todas las conversaciones que teníamos acababa diciéndote que me iría pronto. Ojala me hayas creído y te hayas ido haciendo la idea en estos últimos meses. Y así, aunque sea haga duro, que al menos no sea tan doloroso.
Espero tener suerte de vuelta a casa. No sé si lo conseguiré, sinceramente, ignoro como volver. Pretendo visitar un par de ciudades cercanas en mi regreso (tengo mucha curiosidad) y esto puede complicar el viaje. Pero no te preocupes por mí, sé defenderme, has tenido oportunidad de comprobarlo. Es cierto que en estos tiempos es muy peligroso viajar en solitario, pero voy a tener suerte, seguro.
Conocer esta ciudad ha sido extraordinario. Conocerla de verdad, ver de cerca todo eso que tantas veces había visto en libros. No olvidaré tu ciudad nunca. Volveré a viajar aquí una vez haya vuelto a casa. Entonces tendrá esas cosas buenas que he echado en falta, pero habrá perdido muchas otras. Y por supuesto, tú. Tú no estarás.
Me quedaría. Sabes que me encantaría quedarme. Pero no puedo. Seguro que me hubiera ido apenas llegué aquí, si no fuera por que te conocí y me acogiste (en esa casa tan antigua). Igual puedes hacer alguna cosa o dejar algo que yo pueda encontrar cuando vuelva, y así sepa que me recordabas aun después de que me hubiera ido. Será difícil de encontrar después de tanto tiempo, pero ya sabes que algunos monumentos duran milenios… No sé si te enfadarás conmigo por irme sin avisarte, por irme sin ti o simplemente por irme. Sólo espero que no me odies. No me voy por el frío y la oscuridad que me rodean ahora, no se trata de incomodidad, no pienses eso. Se trata del cúmulo de todo, y tarde o temprano tenía que volver, siento la obligación de hacerlo.
Diana, hemos vivido un año increíble, recuerda eso, y entiende que no hay otra solución. La sociedad en la que vives por un lado es muy avanzada, pero también es muy intolerante y racista. (Es una contradicción que seguirá repitiéndose a lo largo de la historia…) Hay cosas que mi mente apenas concibe, y aquí las veo, y me superan. He intentado adaptarme. He intentado aplicarme un dicho que se dice en mi hogar: “allá donde fueres, haz lo que vieres”, pero aquí, lo que veo va contra mis principios. En contra de mi moral. Supongo que a ellos les pasa igual conmigo: voy contra la moral. Y desde luego contra lo establecido. Mi amor, no puedo vivir aquí, no ahora. Clases sociales fuertemente marcadas, esclavos, odio a los extranjeros, desprecio a las gentes de otras razas, las mujeres no son más que un mueble más de la casa (¡una pertenencia del marido entre tantas otras!). Por mi condición no puedo hacer nada para evitarlo. Y no puedo soportarlo. No puedo vivir con todo eso a mi alrededor. No puedo ver como te tratan como a una cosa. Como tu marido te utiliza a su antojo, y como tú lo encuentras como algo natural, algo que tienes que asumir y permitir. Hemos discutido esto muchas veces y nunca nos ponemos de acuerdo, pero de dónde yo vengo, esto no es así, y te aseguro que no puedo soportarlo.
No tengo derecho a exigir nada. No quiero que te atormentes recordando no haber hecho cosas que a veces enfadada te pedí que hicieras y que no estabas preparada para hacer, o que realmente, no podías hacer. Este es tu momento, es tu lugar, y yo he aparecido, cuando todo esto ya estaba. Además tampoco pretendo cambiar el curso de la historia con mis actos (no debo), al menos no ahora. Quizá cuando vuelva a casa, y cuente lo que sé y lo que he visto, entonces lo haga.
No sé si podré hablarle a alguien de ti allí. Cuando me mandaron aquí era por una cuestión de trabajo, no esperaba que pasara esto. Bueno, ni ellos ni yo esperábamos que este viaje terminara aquí. Me alegro de que se estropeara todo, de que un milagro o una coincidencia me haya traído hasta ti, en este momento de la vida, de la historia.
No sé si volveré a amar a alguien como te amo a ti. No sé si podré olvidarte, ya sea mañana o dentro de dos mil quinientos años. Estás en lo más profundo de mi alma. A pesar de lo extraño, de la falta de tecnología, de lo diferente de tu mundo, a pesar de tu marido, de la leyes, de la persecución, o incluso de la cárcel, la huida, o de los dos últimos meses a escondidas… A pesar de todo, Diana, este tiempo en Atenas ha sido lo mejor de mi vida, por tí. Tú eres la persona más bella, por dentro y por fuera, que encontraré nunca.
Te amo.
Quiero que sepas que una vez regrese a casa será imposible que vuelva aquí, no podré volver a este momento. Esto ha sido un accidente, ya lo sabes, apenas sospecho como he llegado a esta fecha. No sé si conseguiré regresar a mi momento. Y si lo hago, no me dejarán volver. No albergues esperanzas de que vayamos a reencontrarnos. Es imposible.
Me gustaría quedarme para asegurarme de que no te atormentes por el hecho de que nos hayamos amado. No estaré a tu lado para consolarte cuando te despiertes llorando en mitad de la noche agobiada por las pesadillas. Sé que a pesar de este amor inmenso te odias por dentro porque seamos dos mujeres. Piensa que es sólo una cuestión de tiempo. Nuestro amor en otro tiempo y lugar será tan correcto y sagrado como cualquier otro. Es puro y natural, y ningún pensamiento humano debe juzgarlo. Recuerda todas la veces que te he mirado a los ojos y te he dicho que te quería. Piensa en cada beso que nos hemos dado. Recurre a cada vez que hemos hecho el amor, escondidas en los lugares más difíciles y peligrosos, pero que han sido instantes maravillosos y mágicos. Tú recuerdas todo esto, lo has vivido, así que sabes, porque lo has sentido, que esto es amor, y el amor no puede ser nunca un error. Ni entre personas de distinto lugar, ni del mismo sexo, ni de distinta raza, ni por supuesto, aunque una de ellas provenga de dos mil quinientos años después en la historia. Recuerda que te llevo dentro y que te amo. Siempre.
Gracias por regalarme tu amor.

Tu Medea.