27.5.09

milk


Supongo que te sorprenderá encontrar esta carta en vez de encontrarme a mí. Pensabas que estaría esperándote. Y efectivamente así sería de no ser por esta carta. Esta carta ocupa mi lugar.
Siento decepcionarte. Sé que estabas segura de que no lo conseguiría. De que me sería imposible resistirme a tus encantos y en algún momento cedería. Este iba a ser ese momento, ¿verdad? Mi rendición debería tener lugar ahora.
No lo has conseguido, y créeme, me ha costado mucho trabajo obviar la continua tentación de tu presencia y dominar mis instintos sabiendo que tú lo querías tanto como yo.
Nunca te lo he dicho, pero yo ya me había fijado en tí antes de que empezaras a trabajar en el Milk. Hace años que te vi de camarera en aquella discoteca pequeña y llena de frikis en la que trabajabas. Mi cuerpo se heló nada más verte. Servías seria y concentrada, metida en tu mundo, suponía yo. Apenas sonreías. Si acaso esbozabas una leve sonrisa cuando algún compañero te hacía algún comentario. Estuve toda la noche mirándote. Admirando tu gesto tranquilo, tus ojos fijos, tus movimientos pausados. Me maravillaban las pocas veces en que accidentalmente se te escapaba una sonrisa. Estuve yendo yo a pedir las copas de mis amigos. Disimulaba junto a la barra para que no me atendiera nadie que no fueras tú, y así tenerte mirándome a los ojos unos segundos.
De eso hace ya un par de años. Sé que no recuerdas esa noche, ni a mí. Cuando nos presentaron en junio me sonaba tu cara y no sabía de qué. La primera noche que trabajamos en el Milk estuve mirándote de reojo entre copa y copa. Porque eres preciosa. Y porque no conseguía averiguar de qué te conocía. No caí en la cuenta de que eras aquella camarera hasta que Juan no me estuvo contando tu currículo. (Ya sabes que le encanta charlar largo y tendido sobre otras personas…él es así) Para cuando llegó la información de Juan, yo ya estaba a tus pies. Estuvimos toda la noche trabajando codo con codo, pero apenas mediabas palabra conmigo o con Juan, seguías siendo aquella camarera sería y concentrada (aunque cortés) que desprendía un aire misterioso y elegante. Yo intentaba franquear aquella barrera que te rodeaba, pero eres difícil de alcanzar. Tienes una burbuja rígida y dura a tu alrededor.
En todo este tiempo sólo has bajado tu escudo cuando tonteabas conmigo. Y cuando Laura estaba presente. Me resulta gracioso que te relajaras tanto con tu novia a nuestro lado. Irónico. Creo que era divertido para ti. Saber que yo estaría con una tensión absoluta por dentro, y muriéndome de celos de cada vez que la mirabas o la tocabas. Creo que todo aquello que me torturaba te hacía disfrutar. Yo intentaba desarmarte continuamente, para estar de vez en cuando en igualdad de condiciones, pero solo lo conseguía si te provocaba abiertamente delante de alguien… y eso, ya lo sabes, es muy incómodo para mí.
Quiero reconocerte el merito. Ha sido muy duro rechazar tus invitaciones, obviar tus miradas provocadoras, e ignorar tus indirectas. Creo que el hecho de que supieras que me había enamorado de ti no fue lo fundamental (sé que lo sabías desde el primer día, y sé que se me notaba por cómo te miraba). Lo que te hizo interesarte fue ser consciente de que yo me reprimía, de que yo no intentaría nada contigo porque sabía que tenías novia. A raíz de algún comentario mío de que no me metía en relaciones aunque estuviera muy enamorada (prefiero aguantarme), empezaste a invitar a Laura más frecuentemente a que se pasase a verte, cuando hablabas con ella por teléfono ya no salías a la calle, ni te metías en el cuartillo. Al revés, o te mantenías a mi lado o te acercabas a mí si estabas en otro sitio. Apuesto a que me mirabas fijamente mientras hablabas para vigilar cada reacción de mi cuerpo al escuchar las palabras que le dirigías. Que se pasara a verte, que no te apetecía irte a la playa, que luego os veíais en casa, que te hiciera una cena romántica, que sí que por supuesto, que cogiera tu coche sin problema, que claro que te apetecía desayunar con ella leche con galletas, que como siempre, que la echabas de menos, que no insistiera que tú eras más de piscina y no tenías ganas de playa, que la compensarías esa noche, que tú te pasabas a comprar leche después de cerrar … Conseguías que me ardiera todo de celos. Aun no sé bien si lo hacías por maldad o por divertirte.
No recuerdo una etapa de mi vida en que haya vigilado más que me ponía para ir a trabajar. Antes me vestía según el estilo del bar en el que estuviera, pero siguiendo mi estilo. Durante este tiempo en el Milk me he descubierto adaptando mi ropa a lo que yo consideraba que era más de tu estilo. He intentado ser más alguien de tu estilo. Más de tu estilo que del mío propio. Descubrí que Laura tenía un estilo parecido al tuyo de manera natural. Sentí tanta envidia… Pero fue peor al descubrir que ella mantenía su carácter y su estilo independientemente de ti. Me tenías a tus pies. Intentando dejar de ser quien soy para ti.
Lo más complicado llegó la semana que te fuiste a Barcelona y Laura entró a sustituirte en el Milk. Tenía que ser agradable con ella aunque la odiase, pero no podía pasarme de amable al forzar mis modos. Me fastidiaba mucho que fuera tan sumamente encantadora con todo el que llegaba, que tuviera esa inmensa sonrisa para todos. Además, como tú ya sabrás, es un poco torpe, y se le caían a veces las copas, echaba el hielo fuera del vaso, se equivocaba con el cambio… Y a Juan le encantaba, tan linda y tan despistada... Exasperante.
Cuando volviste de Barcelona me preguntabas divertida, con una sonrisa oscura, qué tal había sido trabajar con ella. Yo tenía el convencimiento de que ella ya te lo habría contado entre polvo y polvo la noche anterior cuando os habíais reencontrado. Pero tú querías mi versión, o más bien querías ver mi cara hablando de ella. Yo intentaba convencerme de que ella sería en la cama tan torpe como en el resto de su vida y de que seguro que te hacía perder la paciencia. Lo que no tenía claro es si ella misma sabía lo torpe que podía llegar a ser. Tras ese viaje empezaste a dejar caer comentarios que me informaban de tus problemas con Laura, de tus dudas y tus ganas de otras cosas. Muy pensado todo, acompañabas esos comentarios con bromas y con alabanzas hacia mi persona. Seguro que Juan no se dio cuenta de nada. No hablabas mucho más conmigo, pero lo poco que decías tenía un contenido para mayores de dieciocho, si se sabía de qué hablabas, claro. Tú ya estabas siendo infiel de palabra y pensamiento. Pero él, ingenuo, a ti te considera casada, y a mí, asexual…
Creo que para ti todo esto ha sido un juego. Me resisto a pensar tengas mala condición. Yo te he amado por encima de mis posibilidades. Ya lo sabes. Quiero pensar que forma parte de tu complicada personalidad. No sé… Tú, tan compleja y tan atractiva... Tan impredecible. Aquella confesión la noche antes de irte de nuevo a Barcelona, en el cuartillo, tan sucio y lleno de cajas y botellas, a las siete de la mañana… Nunca lo olvidaré. Estabas preciosa, y eras tú de verdad. Es el momento más bonito y más doloroso que he vivido contigo. Tú querías que pasara y me asegurabas que tu relación con Laura no iba a ninguna parte, que la ibas a dejar esa misma mañana. No querías irte sin haberme besado, aunque fuera sólo una vez. Pero para mí seguías teniendo novia, y no iba a ceder. Y menos, teniendo que soportar a tu novia dos semanas más trabajando en el Milk hasta que volvieras. Ya me sentía demasiado culpable al saber que pensabas en mí estando con ella, y al no soportar su presencia a mi lado. No iba a estar cargando con mi conciencia por una noche. Si te besaba una sola vez no creo que hubiese podido parar… No iba a ser un sólo beso. Y si había estado todo el verano esperando, podría esperar dos semanas más.
¿Sabes? Laura ya está mejor. No llora por las esquinas como el día que la dejaste y te fuiste. Para ella sido mejor que te fueras. Vuelve a sonreír ampliamente a todo el que atiende. Y, aunque pareciera imposible, está aprendiendo a controlar los cubitos de hielo rebeldes que se resisten a entrar en los vasos.
Hoy has vuelto por fin. Laura no trabaja hoy y tú creías que nos esperaba un bonito reencuentro en nuestro cuartillo a la hora del cierre. Pero Juan me ha hecho el favor de cambiarme el turno, y hoy cierra él. Ha estado alabando largo y tendido a Laura, y me ha pedido por favor que cuide de ella ahora que está tan mal porque la has dejado. Quiere que la entretenga. En el cuartillo solo podrás hablar con él, o releer esta carta, porque yo no estaré. No voy a aparecer. No voy a volver a tener un bonito y tentador momento a tres eternos y dolorosos milímetros de ti.
Me he ido a la playa. Como tú no llevabas a Laura la llevo yo. Vamos en tu coche, que tan amablemente le has prestado durante tu ausencia (¿suaviza la culpa?). Claro, como ella cree que vuelves pasado mañana…
Porque ahora soy yo quien que se confunde con el cambio, porque estoy pendiente de ella, de que esté bien. En parte porque me siento algo responsable (aunque la culpable eres tú), y en parte porque Laura me despierta esa ternura, despierta muchas cosas en mí. Ahora la miro de reojo entre copa y copa, y su despiste continuo se me antoja tierno, acogedor. Juan la adoraba y llevaba toda la razón, es exasperantemente adorable. Ahora ya sé porqué estabas tan tranquila aunque ella estuviera a nuestro lado: Laura emana tranquilidad, su sola presencia hace sentir bien. Por cierto, ya he recuperado mi estilo.
No entiendo que la hayas dejado. Pero me alegro. Que te fueras ha sido lo mejor para las dos (para ella y para mí). Ella no se siente mal por estar tan pronto con otra persona, lo ha pasado muy mal. Laura es libre, no tiene novia. Y mi amor por ti se ha convertido más bien en aversión.
Hace un par de noches en el cuartillo, mientras Juan estaba recogiendo la barra, nos besamos por primera vez. En nuestro cuartillo (ya no es tuyo y mío, sino de Laura y mío). En el cuartillo hemos llorado, nos hemos reído, nos hemos consolado, y es dónde le he enseñado a domar los vasos que bailan y se escurren de los dedos. Incluso lo hemos ordenado y limpiado. Como verás ahora resulta acogedor y hasta romántico estar en él…
Si quieres desayunar, pásate a comprar, en tu casa ya no quedan leche ni galletas. Estaremos en la playa. No te preocupes, estaremos bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario